Histórica
037
Septiembre 21 de 2007
Por Carlos Eduardo Jalife Villalón
La
Primera Victoria Internacional de México en Automovilismo
A l
final del verano de 1957, Ricardo Rodríguez ya había
calibrado lo suficiente su Porsche RS 550 Spyder y tras
algunas carreras en México, su padre, don Pedro N.
Rodríguez, decidió que era tiempo de empezar
a correr fuera de México. Su hermano Pedro, quien
había completado su año de Junior en High
School en una academia militar cerca de St. Louis, Missouri,
también empezaba a correr y su padre le acondicionó
un Corvette para correr, pero en clase distinta a la de
su hermano menor, con el cual competiría mientras
se iba adaptando de nuevo tras casi dos años de inactividad.
Pedro iba en las clases de Gran Turismo de más de
5 litros y Ricardo en la Sport B o menor, de hasta 1,500
cc, con lo cual la rivalidad se evitaba en teoría,
pues en los hechos casi siempre terminarían compitiendo
entre ellos por la victoria absoluta.
En California se preparaba la inauguración de un
nuevo circuito en Riverside, afuera de Los Ángeles,
y Ken Miles, insistió con los organizadores en que
debían invitar al muchacho mexicano del que tanto
se hablaba tras su exhibición en la carrera internacional
de Avándaro en abril de ese año, por lo que
le enviaron una inscripción. La carrera del Jubileo
350 de Torreón, parte de un magno festejo que incluía
competencias de golf y ciclismo, corridas de toros, juegos
de béisbol y eventos culturales en la capital de
la zona lagunera, estaba programada para el 15 de septiembre,
por lo que Riverside, una semana después, quedaba
perfecto y don Pedro pagó la inscripción y
empezó a planear el viaje para el debut internacional
de Ricardo y Pedro.
La carrera lagunera coincidió con el feriado de la
Independencia de México y la familia Rodríguez,
y amigos cercanos acudieron en caravana desde la capital,
con los gastos cubiertos por don Pedro. Organizaba el Club
Radiovolante del conocido locutor Jorge Labardini y Ricardo
tuvo asistencia directa de Porsche quien envió Rolf
Wuetherich, ex mecánico del equipo del millonario
estadounidense John Edgar , a encargarse de su auto; Pedro
llevaba su Corvette modificado para tener inyección
de combustible, lo cual le daba unos cuantos caballos de
fuerza más. Fue también la carrera en la que
estrenaron sus overoles de piloto comprados en Indy, a los
cuales habían añadido escudos mexicanos, y
por lo general trataron de cumplir sus compromisos importantes
con ellos, pues hasta entonces generalmente corrían
en mangas de camisa como se acostumbraba en casi todo el
mundo. El programa de Torreón incluía cuatro
competencias ante tribunas repletas por más de 20,000
aficionados; la primera carrera fue para sedanes modificados
hasta 1,300 cc, la cual fue ganada por Eduardo Cuevas; la
segunda para clases A, B y C, que fue dominada por Pedro
pues para la vuelta 9 ya le sacaba una vuelta a su más
cercano perseguidor, pero una pinchadura hizo que se retirara.
La tercera fue para los Mecánica Nacional (MeNa)
y la ganó Adolfo Velázquez sobre un MeNa-Studebaker.
La estelar, a 20 vueltas, fue para las clases Sport A (Mayor)
y B y Pedro decidió correr para sacarse la espina.
Ricardo estaba agripado, pero había marcado el mejor
tiempo en las prácticas con un crono de 1’45.0”
para los 2,735 metros de recorrido, seguido por Norman Scott,
de Houston, en otro RS a tres décimas, y el ‘Bache’
Mariscal –vencedor de Puebla sobre Miles y Ricardo–
a cuatro, con otro tejano, Bob Schroeder, cuarto, y Pedro
quinto. La arrancada de Ricardo fue espectacular pues antes
de la primera curva un poco de arena lo hizo perder la cola
del Porsche, pero la controló para tomar la curva
a la derecha sin perder la punta; Pedro se trompeó
frente a Scott y se rezagaron dejando a Mariscal como único
rival de Ricardo. El Jaguar no tenía suficiente espacio
para desplegar su potencia y Ricardo le sacaba tiene 16
segundos al completar la tercera vuelta, mientras Scott
remontaba al tercero; el calor de más de 35 grados
hizo estragos y en la penúltima vuelta el ‘Bache’
se trompeó al quedar sin frenos y Scott le quitó
el segundo sitio. Ricardo marcó la mejor vuelta en
su último recorrido para terminar 33 segundos adelante
del tejano, con el ‘Bache’ a 50” y Schroeder,
en un Kurtis-Buick a 1’19”. Pedro quedó
sexto y al acabar la gente se volvió loca de emoción
e invadió invaden la pista del fraccionamiento para
sacar a Ricardo en hombros. Don Pedro tardó 15 minutos
en poder llegar a él para llevarlo a la premiación,
donde Rolf también lo cargó en hombros, y
luego fueron a la enfermería pues el calor lo estaba
deshidratando. Entre los invitados estaban George Cary,
encargado de autos Sport de la SCCA, y el publirrelacionista
de Valvoline, John Malone, quienes aprobaron la actuación
de Ricardo y validaron su inscripción para Riverside.
En la fiesta de premiación, aparte del trofeo respectivo,
Ricardo cobró 5,000 pesos por ganar, y recibió
atractivas ofertas de patrocinio.
De Torreón, los Rodríguez cargaron el Porsche
y se fueron en caravana a California, con muchos amigos
acompañándolos y don Pedro, como de costumbre,
sufragando los gastos, pero el Corvette de Pedro, ligeramente
dañado, fue mandado a México, con la promesa
paterna de intentar buscarle algo bueno para correr en EU.
Riverside estaba financiada parcialmente por John Edgar,
y todo el fin de semana hubo fiestas y recepciones para
los participantes, pues los Rodríguez eran los extranjeros
con mayor cartel. Al llegar a las prácticas don Pedro
llevó un regalo de cactus mexicanos para el autódromo
y lo entregó a E. Forbes-Robinson, gerente del complejo,
y Steve Mason y Rudy Cleye, sus operadores.
El viernes, el anticipado duelo de Ricardo con Ken Miles
no se produjo pues el inglés era parte del equipo
de John von Neumann, quien había prohibido inscribir
sus autos si no estaba él presente, y este viajaba
por Europa, por lo cual Miles se puso furioso pues quería
mostrar que era mejor que el mexicano. Al ver a Ricardo
muchos de los otros pilotos estadounidenses presentes se
reían y se burlaban, sin saber que Pedro entendía
inglés perfecto y les traducía todo lo que
decían. Ricardo, al saber que Miles no corría,
estaba seguro de que nadie le podría ganar y practicó
para acoplarse al circuito y logró un buen tiempo.
Fue una práctica muy accidentada pues la pista estaba
nueva, no tenía mucho agarre y hubo varios incidentes,
como el del californiano Skip Hudson, quien se despistó
y arruinó el RS de Jean Pierre Kunstle, un suizo
que había sido noveno en Sebring haciendo pareja
con Miles. Por su parte, Carroll Shelby, el afamado tejano,
chocó el Maserati 4.5 litros de Edgar en la curva
6 y lo mandaron al hospital, donde le pusieron 72 puntadas
y tampoco compitió. Y los Rodríguez nunca
encontraron un auto suficientemente bueno para Pedro, por
lo que el mayor de los hermanos se dedicó a ser el
ayudante de Ricardo, además de traductor oficial
de la familia.
La carrera del sábado 21 de septiembre fue la sexta
del programa, destinada a autos modificados de 1,000 a 1,500
cc; estaba pactada a seis vueltas del trazado de nueve curvas
y 5,271 metros, con el Porsche de Ricardo en la clase ‘F’
(1301-1500 cc), aunque el favorito era Bob Drake, cuyo Cooper-Climax
había batido a Miles recientemente. Ricardo, quien
todo el fin de semana se paseó y dejó retratar
con unas camisetas de la revista MotoRacing que le había
regalado Gus Vignolle, el editor de la misma, y admirador
de Ricardo desde las carreras de Avándaro.
Ricardo se fue en punta desde la salida, dejando atrás
a Jack McAfee y Joe Playan en sendos RS, pero sin conseguir
sacudirse a Drake. En la quinta vuelta falló un cambio
al entrar a la Curva 1, perdió inercia y fue rebasado
por Bob, pero en la recta trasera se recuperó y retomó
la punta para ganar en 14 minutos y 36.0 segundos con 1.1
segundos de ventaja sobre el Cooper; McAfee y Playan siguieron,
con Ignacio Lozano –editor del diario La Opinión,
de Los Ángeles– quinto, en un Lotus de la clase
‘G’, hasta 1300 cc. Ricardo cada vuelta mejoraban
y su mejor giro lo hizo al final con 2’20.5”
y tras celebrar la victoria, lo primero que comentó
fue: “¡Qué lástima que no pudo
correr el señor Miles!”, y le tocó el
turno de reír, mientras los estadounidenses buscaban
, en vano, alguna refinación mecánica en el
Porsche de Ricardo, pues no creían que un niño
de 15 años les hubiera ganado a los mejores pilotos
de autos Sport de su país.
Al día siguiente, 22 de septiembre, se completó
el programa inaugural con otra docena de competencias y
se produjo la primera fatalidad en carrera de MGs, pues
se mató John Lawrence, sobre un MG A, siendo el primero
de una larga lista de víctimas del peligroso circuito.
A Ricardo le tocó competir en el Riverside Trophy
para autos Sport de 1500cc o menos, cuarta ronda del día,
a 25 vueltas. Con 21 inscritos, el mexicano había
obtenido la Posición de Privilegio (PP) y aunque
en la arrancada Kunstle, cuyo auto había sido reparado
en L.A. el día anterior, lo pasó, antes del
final de la vuelta Ricardo lo rebasó y se mantuvo
ahí el resto del camino. Playan disputó el
segundo sitio con el suizo, pero éste definió
a su favor en el sexto giro y ya no fue superado. En la
vuelta 10 Ricardo hizo la Vuelta Rápida, 2’17.5”,
pasando a más de 220 kph al final de la recta trasera,
y para la 12 ya sacaba cuatro segundos de ventaja a su más
cercano perseguidor, distancia que acrecentó hasta
cruzar la meta con 13 segundos sobre Kunstle, además
de lapear a todos excepto al suizo, a Playan y a McAfee.
Quinto quedó Lozano, ganador en clase ‘G’,
mientras Drake abandonó por sobrecalentamiento sin
ser amenaza, y la celebración entre los mexicanos
fue grande, especialmente por el beso que le dio la reina
de la carrera, la rubia Shirley Harrison, quien al terminar
dijo: “No besa como un muchacho de 15 años”.
Sin embargo, muchos gringos empezaron a decir que Ricardo
ganó porque Miles no corrió, pero el tiempo
de Ricardo fue el duodécimo mejor entre 127 participantes,
y promedió 135.668 kph en la victoria siendo que
había una treintena de pilotos con carros mucho más
potentes, todos los Sport Clase A, arriba de litro y medio.
Los organizadores le informaron que el triunfo calificaba
a Ricardo para la carrera estelar, pero don Pedro decidió
que con dos victorias tenían un fin de semana completo
y prefirieron irse invictos a las tribunas a ver el triunfo
de Paul ‘Richie’ Ginther, en el Ferrari 4.9
de John Edgar, cuando Drake se despistó en un auto
similar, del equipo de Frank Arciero, a dos vueltas del
final.
La entrega de premios y fiesta posterior en honor de Ricardo
en casa de Cary sirvió para impactar más a
los pilotos que no creían que un niño pudiera
ser tan bueno y, de inmediato, querían invitarlo
a otros eventos para ayudarlo a crecer deportivamente. Los
mexicanos se quedaron unos días en L.A. y Lozano,
quien había hecho buenas migas con ellos ordenó
una larga entrevista para su periódico; luego habló
con el capitán Sherman ‘Red’ Crise, organizador
de las carreras de Bahamas y le sacó invitaciones
para los Rodríguez para la Semana de la Velocidad
de Nassau, a fin de año, y los convenció de
ir. La internacionalización del deporte motor mexicano
estaba en marcha.
Pedro y Ricardo aprovecharon para visitar concesionarias
de autos y Pedro quería comprar un Ferrari TR 500
de 2 litros en la Ferrari Representatives of California,
en Hollywood, donde el gerente era el mismo Ginther, posteriormente
piloto de F1 de la escuadra de Maranello. También
compraron en la tienda de artículos de automovilismo
que había sido de Ernie McAfee, en Sunset Blvd.,
guantes y cascos, modelos que costaban 35 dólares
más 10 de una visera envolvente de plástico,
mismos que no se conseguían en México. Antes
de irse invitaron a todos a Acapulco con motivo de la regata
de febrero siguiente entre San Diego, California, y Acapulco,
y varios les tomaron la palabra. Y esa quincena en el periódico
MotoRacing salió una columna de Vignolle en la cual
decía que había visto al “futuro campeón
mundial de Fórmula Uno de 1963”, en referencia
a Ricardo, y desde entonces no dejaría de ser uno
de sus principales impulsores.
Y hoy se cumplen 50 años de esta victoria que abrió
el camino para los pilotos mexicanos en el extranjero.
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