Histórica
027
Diciembre de 2006
Por Carlos Eduardo Jalife Villalón
Juan Pablo Montoya:
todo o nada para el colombiano
A veces, la impaciencia
provoca errores y no sólo en la pista; Juan Pablo
se hartó de la Fórmula Uno y apostó
todo a NASCAR, pero sus cartuchos no estaban quemados en
la F1. Ahora enfrenta un año decisivo que le puede
dar la gloria o el infierno
El año de 2006 no fue bueno para Juan Pablo Montoya,
quien se jugó todo a una nueva vida y los primeros
indicios no son alentadores respecto a su futuro.
La aventura del colombiano en la Fórmula Uno acabó
abruptamente con un capricho de minutos, cuando decidió
que Ron Dennis no lo apreciaba lo suficiente y no le ofrecía
un buen contrato para 2007, por lo que le habló a
su antiguo jefe en CART, Chip Ganassi, y negoció
pasarse con él al equipo de NASCAR del estadounidense.
Cuando se hizo el anunció que dejaba la F1, puso
en choque a toda la comunidad de automovilismo latinoamericana,
que lo achacó a su proverbial falta de paciencia.
Y el tiempo dio al razón a sus críticos: Renault
se había quedado sin pilotos de primera clase y hubiera
podido ofrecerle un asiento en el mejor auto del campeonato
al colombiano, pero para entonces, Juan Pablo ya estaba
en Miami disfrutando su retiro forzado. Incluso tuvo la
suerte de que Ganassi corra con Dodge en NASCAR, por lo
que DaimlerChrysler le hizo ‘manita de puerco’
a Ron Dennis, mandamás de McLaren, cuyo equipo usa
motores Mercedes-Benz, para que lo liberara de su contrato.
De lo contrario, seguiría esperando que al inglés
se le bajara el coraje de haber sido abandonado a media
temporada y su acuerdo finalizara el 31 de diciembre.
Ciertamente, Ganass ha hecho lo posible por lanzarlo a las
carreras en óvalo con todo cuidado. Empezó
en la serie ARCA, algo así como una cuarta división
de las subsidiarias de NASCAR, con un podio y luego lo subieron
a la serie Busch, la segunda en importancia entre las ovaleras,
donde obtuvo una sitio entre los 12 mejores. Pero los siguientes
resultados no fueron tan buenos, aunque queda el pretexto
de que estaba aprendiendo. Pero sus enemigos, 40 ‘rednecks’
sureños que quieren demostrarle al mundo que son
tan buenos como un ex F1, aunque la mayoría de ellos
no puedan dar vuelta a la derecha ni en defensa propia,
ya han tomado nota y saben que el auto negro con la estrella
blanca de Texaco es manejado por un intruso, y los forasteros
no son bienvenidos en NASCAR, aunque la máquina de
relaciones públicas diga otra cosa.
Juancho ya marcha en la segunda mitad de la parrilla y ahí
terminó la temporada, en Homestead, cerca de su casa,
más cerca de la cola que de la punta, en sus primeros
escarceos en la división premier del espectáculo
ovalero, la Copa Nextel. Ahí lo seguimos, captando
sus palabras al aire, pues el colombiano es hermético,
le disgusta la prensa, aunque te haya conocido años
atrás -en México cuando corría la Fórmula
Tres y la serie de Prototipos, donde resultó ser
demasiado pez para un estanque tan poco profundo.
Y en Miami nadie habla de su figura redondeta y sus cachetes
prominentes que tanto le criticaban en la F1, donde el estilo
semianoréxico es prevaleciente entre los pilotos.
Pero claro, si pesa 10 kilos más en un auto de 500
kilos, sí se nota, mientras que en los dinosaurios
de NASCAR con dos toneladas de lámina, ni se aprecian
los chocolates con crema chantilly que se rumora desayuna.
En Homestead, la maquinaria de PR de Ganassi, Dodge y NASCAR,
pasea a su nuevo piloto para atraer el favor de los ‘hispanos’
(así les dicen a los latinoamericanos), pues los
mexicanos que han intentado el salto no ha podido causar
impacto, incluso ni el legendario Adrián Fernández,
quien se conforma con unas cuantas carreras al año
en la Busch. Sin embargo, pese al mal año de los
aztecas, Montoya apenas quedó un sitio adelante del
mejor de ellos en la Busch y al día siguiente debutó
en la Nextel, con un resultado bastante malo. Sus defensores
dicen que es el debut, pero todos recuerdan que en su debut
en la F1 y en muchas otras series, siempre tuvo algo destacado.
Ahora lo destacado es que no destacó.
Incluso, algunos dicen que es un debut penoso, pues causa
pena ver a un piloto tan dotado como el colombiano arrastrar
la reputación compitiendo contra una bola de ovaleros
que no figuran, con contadas excepciones, entre los 100
mejores del mundo en lista alguna. Pero Juan Pablo se defiende
y dice que NASCAR es, “todo lo que soñaba.
En Fórmula Uno me quedaban unos cuantos años
de competencia, y no creo que hubiera podido ganar muchas
carreras. En cambio, aquí tengo 36 carreras al año
y seguro puedo ganar”. Lo dice con firmeza, sin duda,
y añade: “Además, aquí hay pilotos
de casi 50 años, y mi carrera puede durar mucho más
a un buen nivel”. Eso suponiendo que tenga éxito,
pues otros lo han intentado, como su antiguo rival de CART
y ex piloto de F1, Christian Fittipaldi, quien fue convencido
a laminazos de que no estaba en el lugar correcto y ahora
corre en los prototipos de la Grand Am, con Fernández
y Scott Pruett, otros estrellas de CART que han incursionado
infructuosamente en NASCAR.
Con sus resultados en Homestead Juan Pablo ya se dio cuenta
que NASCAR no va a ser la pera en dulce que anticipaba,
y aunque todos le dan la mano, sacan el puñal en
cuanto toca la pista, y le avientan la lámina, lo
cual no es para espantarlo si se tratara de uno contra uno,
pero ya sabemos que los rednecks se turnan para aventar
lámina y las carreras de NASCAR son como la doctrina
Monroe: “América para los americanos”.
Y no se aceptan más que gringos en esta definición
de americanos.
Pero Montoya no añora la F1: “El glamour no
existe, es una ilusión de Mónaco. Aquí
tengo mi motorhome con todas las comodidades, me muevo en
helicóptero y en mi avión. Esto es glamour
no los cuartitos de hotel de Japón y los encierros
interminables”. E insiste en que ni siquiera ve las
carreras pues no tiene a quien irle, señal de que
no dejó muchos amigos en el llamado ‘Circo
Máximo’.
Tampoco añora la velocidad y la alta tecnología.
Aunque un F1 es de fibra de carbono, con caja semiautomática
y frenos de carbono que hacen maravillas, mientras que el
auto de NASCAR es de metal, con chasis tubular y frenos
de disco no muy potentes, el volante colombiano aclara:
“En F1 andaba hasta 360 o 370 kilómetros por
hora en un sitio como Monza, pero en CART llegué
a andar a más de 400 en Fontana. Aquí en Homestead
quizás llegó a 325 en la recta y 240 en las
curvas, pero hay otras pistas en las que voy más
rápido”.
Y se declara fanático de la competencia entre 40
autos, sin importarle el riesgo. “La estrategia es
lo interesante en NSCAR. Además, estos autos son
muy seguros, aunque estén hechos de tubos. El mes
pasado me di uno duro y no pasó nada. En unos minutos
ya estaba montado de nuevo en otro auto”.
En fin, que la apuesta está hecha y puede tener final
feliz, si la gente que maneja NASCAR decide que necesitan
un Montoya triunfador y convencen sutilmente a sus pilotos
de hacerle la vida posible, sin dosis excesivas de lámina
y sin dejarlo a ‘secar’ en cada intento de chuparse
el aire del colombiano, como sucedió las veces que
intentó liderar un pelotón de ataque en Homestead.
Y Juan Pablo dice que por él no va a quedar: “El
secreto está en no rendirse nunca. Las chances que
tenía de llegar a la F1 eran de uno en muchos millones,
pero las carreras son mi vida y aquí voy a seguir”.
El problema será ver cuanto aguanta y si una o dos
victorias por año, en los circuitos que se corren
en NASCAR, lo dejan satisfecho.
¿Quién
es Juan Pablo Montoya?
Nacido: Bogotá, Colombia.
Fecha: 20 de septiembre de 1975
Estatura: 1:68 m
Peso: 72 kg
Series Corridas: Karts; F Barber; F3 Mexicana; Prototipos
México; F Vauxhall; F3 Británica; F3000 FIA;
CART; F1 y NASCAR
Campeonatos: F3000 y CART
Carreras en F1: 95
Posiciones de Privilegio: 13
Podios: 30
Victorias: 7
Equipos: Williams-BMW y McLaren-Mercedes.
© CEJV/SHRAC 2006
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