Histórica
016
Julio de 2005
Por Carlos E. Jalife Villalón
Moisés,
el profeta… en su tierra
Hay atletas que
destacan al más alto nivel en su deporte, y hay otro,
más selecto grupo, que destacan en varios deportes
al más alto nivel. Uno de ellos fue Moisés
Solana el gran campeón mexicano de automovilismo
que corrió en Fórmula Uno, Grupo 7, y toda
clase de autos Sport y turismos al más alto nivel,
y es considerado, casi 36 años después de
su muerte, como el mejor piloto mexicano en pistas mexicanas
y uno de los mejores delanteros de jai alai en la historia.
Y lo más probable es que no hayan oído de
él, pues en este país se privilegia lo que
a la televisión conviene.
Moisés Solana Arciniega nació en la capital
mexicana el 26 de diciembre de 1935 en Tacubaya. Hijo del
piloto y constructor de autos José Antonio Solana,
fue nombrado en honor de su abuelo, quien corriera en los
albores del siglo XX ganando algunas carreras en un auto
REO. Moisés tendría un par de hermanos, fallecidos
tempranamente, cuatro hermanas, y mucho más tarde,
vendría el otro varón, Hernán, otro
gran piloto y preparador que quedaría a la sombra
de Moisés.
A los tres años ya manejaba un ‘Solana Special’
que le construyó su padre, con suspensión
independiente en las cuatro ruedas, y a los ocho años
daba demostraciones de manejo en la carretera federal México-Cuernavaca,
con su padre abriendo paso y motociclistas de tránsito
cuidando la retaguardia para las exhibiciones del niño
súper dotado. Y pronto empezaría a frecuentar
los frontones mostrando una asombrosa velocidad para jugar
al frente, aprendida en años de jugar beisbol en
las calles.
Para 1950 trabajaba de mandadero, pero no le gustaba ensuciarse
y por eso no entró a la mecánica, aunque sabía
bastante de componer autos. Para 1950 ya estaba jugando
jai alai profesionalmente como Solana I mientras su padre
corrió la famosa primera Carrera Panamericana en
el mismo año, y seguiría participando en las
subsecuentes, pero a Moisés no lo dejaba participar
todavía. De todo modos Moisés le pedía
el auto y jugaba arrancones, que nunca perdió y que
acrecentaron su capital considerablemente.
Finalmente en 1954, con miles de kilómetros de práctica,
ya que se trasladaba a Acapulco todas las semanas a jugar
en el frontón de ese puerto, Moisés alcanzó
la edad para correr la Panamericana, en noviembre de ese
año, la que sería la quinta y última
edición de la famosa carrera. Consiguió un
Dodge 1953 completamente estándar de Francisco de
Icaza, amigo de la familia y el patrocinio de una compañía
de cocinas. Su padre, quien ya era llamado el ‘Viejo’
para distinguirlo de Moisés, y sus tíos Fernando
y Javier ayudaron a arreglarlo un poco y Moisés corrió
en la categoría Turismo Especial mientras su padre
lo hacía en la Turismo Europeo con un Alfa 1900 TI.
En ocho etapas corridas en cinco días, Moisés
quedó sexto en su clase y 30 general, batiendo al
famoso piloto de F1 y ganador de la primera Panamericana,
Piero Taruffi, por siete minutos. Moisés era una
realidad del automovilismo nacional y no había cumplido
los 19 años todavía.
Para 1956, habiendo dejado de correr por los compromisos
del frontón, Moisés se casó con su
vecina María Teresa Martínez, con quien procrearía
cinco hijas. A fines de 1957, Moisés decidió
regresar a las carreras y con el mismo Dodge 1953, ganó
en su clase en el Circuito Colón de Toluca, pero
luego tuvo otro receso pues se fue a Miami a jugar en el
frontón de Hialeah, contra los mejores del mundo
y no fue hasta la inauguración del Autódromo
capitalino en diciembre de 1959, el de la Magdalena Mixiuhca,
ahora llamado Hermanos Rodríguez, que volvió
a correr, y quedó segundo en los 500 kilómetros
en un Alfa Romeo Giulietta TI batiendo a Ricardo Rodríguez,
en un auto igual, pero ambos siendo vencidos por Pedro Rodríguez
en un Volvo.
De ahí en adelante Moisés fue el dueño
de los años sesenta. En la Fórmula Junior
con sus Lotus 20 y 22, en los turismos con Alfa y DKW, y
luego con Renault, y en las clases libres con Corvette,
Chevelle, Galaxie y Mustang, entre otros, ganó carreras
de pista, hill climbs, carreteras y arrancones hasta saciarse,
siempre acompañado por el ‘Viejo’, y
su hermano, ‘Nanán’. Y no dejó
el jai alai, donde era tan bueno que a veces jugaba solo
contra parejas, y seguía siendo imbatible.
Aunque le costaba dejar de ganar dinero, también
empezó a internacionalizarse. Participó en
el I GP de México de F1, aunque a última hora
no corrió por la muerte de Ricardo Rodríguez.
Y seguiría corriendo en los eventos de México
y un par de Estados Unidos en Watkins Glen, hasta su muerte,
con el tercer auto de algunos equipos como Cooper, Lotus
y Centro-Sud. Y tuvo ofertas para ir a correr en Europa
pero las rechazó porque no le interesaban las categorías
menores. Incluso probó con Ferrari en 1967 pero como
solamente le ofrecían cuatro fechas de Fórmula
Uno y otras ocho en Fórmula Dos y él no quería
correr en F2 pues decía que había “muchos
locos tratando de destacar”, no llegaron a un acuerdo.
Moisés se concentró en el Grupo 7, donde corre
el campeonato de la USRRC primero en 1966 con un Lola T70
Mark III y luego con un McLaren M6B que debuta en 1968 en
la carrera internacional en México, y bate a los
más granado de los pilotos estadounidenses, incluyendo
a Peter Revson y Mark Donohue, ambos posteriormente ganadores
en F1.
El retirado Lola le sirve para imponer récords en
las carreteras mexicanas, como la Mexico-Cuernavaca en 21
minutos y 3.8 segundos, y la Mexico-Puebla en 38’04.7”,
y Moisés también adapta su Ford Cobra de calle
para la pista, y sigue ganando. Sin embargo, en la USRRC
no puede conseguir motores de aluminio para su McLaren,
y no puede competir en igualdad de condiciones por lo que
se retira de la serie. A la vez, compite el GP de México
en 1968 con un Lotus 49, pero el auto no sirve mucho pues
no está bien preparado y Moisés decide que
no vuelve a correr si no le dan un auto oficial y no la
reserva del equipo.
El McLaren es usado para imponer récord en al México-Toluca,
15’55”, y en la Mexico-Cuernavaca, 20’04.6”,
a principios de 1969, y en junio, Moisés es derrotado
en su Mustang, por vez primera en años, en el autódromo
capitalino. La prensa hace gran aspaviento de ello y Moisés
decide reinvindicarse en el I Hill Climb de Avándaro
el 27 de julio, con el McLaren. Un piloto de Torreoón
llamado Ricardo Rodríguez Cavazos en un Lola T70,
calienta la carrera al decir que va a retirar a Moisés
y la expectación en México es grande.
Moisés practica la subida de 30 kilómetros
varias veces y sabe que nadie puede con él. Pide
ser el primero en arrancar en la clase Libre para no encontrar
obstrucciones y se le concede. Su padre se va a esperarlo
a la meta, Nanán se queda en la salida, y pronto
el único ruido que rompe el bosque es el de su motor
Chevy rugiendo furioso. Cuando llega a una depresión
en una curva a la izquierda, entra ligeramente pasado pero
saca el coche frenando a fondo en una trayectoria abierta
y cuando acelera, ya en tercera, el auto toca la guarnición
de la carretera y se voltea, cayendo boca abajo, con Moisés
adentro.
Ni la tierra ni los extintores pueden apagar el fuego, y
el invencible Moisés ha sido derrotado al fin, por
el destino. Al día siguiente será enterrado
en el Panteón Español de la Ciudad de México,
donde descansa Ricardo, y años después se
les unirá Pedro. Los tres grandes pilotos de México
separados apenas por unos centenares de metros.
© CEJV/SHRAC 2005
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