1 Memo Rojas II
2 Esteban Gutiérrez
3 Sergio Pérez Mendoza
4 Yair Godìnez
5 Salvador Durán

Histórica 015
Julio de 2005
Por Carlos E. Jalife Villalón

Pedro Rodríguez y el hueco sin llenar a 34 años de distancia

El 11 de julio de 1971 fue un día desafortunado para el deporte mexicano. El pueblo mexicano perdió a uno de sus grandes ídolos, quizás el más grande triunfador en la historia del deporte de México. Han pasado 34 años y el hueco sigue vigente, no hay otro piloto que haya obtenido sus triunfos en Fórmula Uno, o en los campeonatos mundiales de autos Sport y Prototipos, pero ya apunta en el horizonte una camada de pilotos nacionales que un día podría dar el paso a las máximas categorías y encontrar la senda triunfadora que caracterizó a Pedro y a su hermano menor –y según muchos mejor dotado automovilísticamente- Ricardo.
Ahora solamente queda el recuerdo de los grandes ídolos, los hijos de México, y un autódromo bautizado en su honor, el Hermanos Rodríguez de la ciudad de México, el cual fuere remozado en 2002 con un costo de 30 millones de dólares y ha recibido desde entonces a la Champ Car, a la serie Busch de NASCAR y pronto a los prototipos de Grand Am.
El 11 de julio de 1971 fue un domingo soleado en Alemania; se efectuaba una carrera intrascendente de un campeonato menor, la Nuremberg 200 de la Interseries europea, el equivalente continental a la famosa Can Am de Norteamérica. Una carrera de Grupo 7 con motores ilimitados para autos de dos plazas, generalmente descubiertos –spyder en el término automovilístico- pero algunos cubiertos -coupés. En ella participaban autos prototipos como el Ferrari 512S que manejó Pedro. pero había algunos McLaren M8, Lola, Porsche y demás marcas de prosapia en el automovilismo de finales de los sesenta y principios de los setenta.
El auto de Pedro era un Ferrari viejo, el cuarto que fue construido en la generación de los 512S que databa de finales de 1969. El auto había sido usado ampliamente en la filmación de la película de las 24 Horas de Le Mans dirigida, producida y actuada por Steve McQueen, quien también era piloto y había quedado segundo en las 12 Horas de Sebring alternando con Peter Revson en 1970. El Ferrari, muy usado, había sido comprado con otro auto similar por el piloto suizo Herbert Müller quien lo corría en diversas competencias europeas, tras comprar la modificación a 512M que ofreció la fábrica de Maranello a fines de 1970.
Müller había sido coequipero de Pedro en la Targa Florio en 1971 en mayo anterior, aunque se conocían desde mucho tiempo antes, como rivales en la pista. Müller corría regularmente en los Ferrari en la Interseries y cuando los organizadores de Nuremberg lo contactaron buscando un auto para Pedro piloto para la Nuremberg 200, Herbert se hizo cargo de la negociación y le consiguió a Pedro una cantidad equivalente a casi la mitad de su contrato con BRM por todo el año, una verdadera fortuna.
Pedro, a quien BRM le había fallado una vez más al no tenerle listo el auto de Can Am para correr en Road Atlanta, aceptó la oferta de Herbert y corrió, contra la sugerencia de sus amigos de los equipos BRM (donde corría en Fórmula Uno) y JWAE-Gulf-Porsche (en el cual corría prototipos) para enfrentar la cita con el destino. Quizás por eso Don Pedro, el papá de Ricardo y Pedro, moriría culpando a BRM de la muerte de su hijo mayor, así como culpaba a Rob Walker de la muerte de Ricardo –cuyo Lotus 24 enfrentó desfavorablemente el riel de la curva Peraltada en 1962.
Pedro corría en todo tipo de autos, desde los brutos de motores de 7 litros usados en Can Am e Interseries a los autos de menos de un litro como el OSCA prototipo, pasando por autos turismo de diversas clases en México y el mundo –R8, Corvette, Porsche, Ferrari, Dodge- o autos prototipos y Sport, F1, F2, Fórmula Junior, tipo Indy, especiales biplazas estadounidenses y hasta stock de NASCAR.
Al final de su vida, Pedro decía que un fin de semana sin carreras era un fin de semana perdido y en 1971 solamente había 10 de esos. Pero Pedro tenía planes para correr en el invierno en Japón, mientras las pistas estaban cerradas en Norteamérica y Europa, por lo cual era posible que el número disminuyera. Pedro estaba en plenitud en su carrera, era quizás el piloto más veloz del mundo, definitivamente uno d los mejores y el único que podía controlar al Porsche 917 con firmeza como lo demostraban 4 victorias en cada uno de los últimos años. Su atractivo en taquilla era impresionante y recibía más cartas en BRM que cualquiera de los anteriores estrellas, incluyendo a Graham Hill y Jackie Stewart. Estaba en la cúspide y se fue en el liderato de la última carrera, como era su estilo.
Los entrenamientos lo habían dejado en la primera fila de la parrilla de salida. La carrera sería a dos series de 100 millas (160.9 km), equivalentes a 26 vueltas al circuito –llamado Norisring- marcado en el centro de Nuremberg en los alrededores de las viejas tribunas de concreto donde el Führer del Tercer Reich admiraba las marchas de las juventudes nazis portando antorchas. Un circuito sin mucho chiste con rectas largas, una ‘Ese’ y dos horquillas en los extremos, una más amplia que la otra, pero que necesitaba de un gran uso de los frenos.
El mexicano tomó la punta desde la arrancada encabezando a sus rivales y se alejaba más cada vuelta hasta que en la duodécima al llegar a la entrada de la ‘Eses’ el auto perdió una rueda y se fue contra la barrera, cruzó toda la pista cuando empezaba a incendiarse y terminó contra el riel del otro lado. La carrera siguió, nada de auto de seguridad como se estila ahora, con una simple bandera amarilla agitada en el lugar del infierno que intentaban combatir los comisarios. Tardaron una eternidad en sofocarlo, pero para entonces Pedro ya estaba muerto. Lo revivieron tres veces en el camino al hospital de Nuremberg, pero la fractura en la base del cráneo era mortal por necesidad, además de tener quemaduras en 30 por ciento del cuerpo, las piernas y la pelvis fracturadas. En el hospital al tener el cuarto paro cardíaco, los doctores ya no pudieron más contra el destino y México perdió a uno de sus pocos grandes.
Al morir Pedro era campeón mundial de pilotos de prototipos, pese a faltarle una carrera al campeonato de 1971 –las 6 Horas de Watkins Glen que había ganado en 1970por lo cual sería el campeón póstumo de ese año. pues nadie podía alcanzarlo ya en la suma de puntos. Era su segundo campeonato de pilotos pero, increíblemente, Pedro había sido miembro del equipo que aportaba puntos, ya sea con NART o con la Scuderia Ferrari directamente, en los campeonatos mundiales de prototipos y autos Sport en 1960, 1961, 1962, 1963, 1964, 1965 y 1967, más el de 1968 con el equipo Wyer usando los Ford GT40 y los de 1970 y 1971 en Porsche. A estos triunfos habría que añadir victorias individuales absolutas y en clase en pistas como Daytona, Österreichring, Monthléry, Monza, Le Mans, Spa-Francorchamps, Watkins Glen, Reims, Sebring, Brands Hatch y a victorias en Fórmula Uno en Spa y Kyalami, además de la no puntuable Oulton Park.
Ahora 34 años después seguimos esperando al piloto que llenará el hueco que dejó.
©CEJV/SHRAC 2005