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Ni
en la más optimista de sus proyecciones, Bernie Ecclestone
y Max Mosley habrían imaginado que los cambios introducidos
en la edición 2003 de la Fórmula Uno iban a desencadenar
una de las definiciones más apasionantes en la historia
de la categoría. Y no importa ya si alguno de los tres
nombres que mantienen en vilo a la afición mundial se hace
con el triunfo en las tres carreras que faltan. El trabajo está
hecho, y con creces.
El
llegar a estas instancias del certamen con siete pilotos con posibilidades
matemáticas de acceder a la corona es una situación
poco común en la máxima categoría del automovilismo
e, insistimos, buena parte del crédito se lo lleva la FIA
gracias a las modificaciones que introdujera para esta campaña.
Son los mismos siete volantes que se han repartido los éxitos
en las trece rondas hasta ahora celebradas, - además de
Giancarlo Fisichella que no entra en la cuenta - siendo el último
de ellos el benjamín Fernando Alonso, para quien cualquier
elogio resultará escueto y del que dedicaremos un espacio
generoso.
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Si bien
para algunos ciertas normas como las clasificaciones a una vuelta
lanzada resultan aburridas, para otros ha generado el efecto contrario,
mientras lo único cierto es que de la manera como se le mire,
la presente temporada ha vuelto a capturar el interés de
muchas personas que habían perdido el gusto de la F1 ante
la abrumadora superioridad exhibida en las pasadas temporadas por
Michael Schumacher y la casa Ferrari. Ahora, por el contrario, la
emoción parece no tener un clímax, en un constante
e impredecible devenir de sucesos que van a dilucidarse en la tierra
del Sol Naciente.
Y como si de una final del campeonato de La Liga o del Calcio se
tratara, tres pilotos y sus respectivos equipos se juegan "la
Champions" en las pistas de Monza, Indianápolis y Suzuka,
vale decir, templos de la velocidad donde sólo Ferrari tendrá
ínfima ventaja con un "único juego" como
local, aunque sin contar con toda la plantilla en plenitud de rendimiento.
72, 71 y 70 puntos son las unidades que presentan Michael Schumacher,
Juan Pablo Montoya y Kimi Raikkonen lo que convierte cualquier vaticinio
en un simple ejercicio de adivinanza.
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En
un artículo reciente nos atrevíamos a imaginar un
epílogo como el de 1986, cuando Nigel Mansell, Alain Prost,
Nelson Piquet y Ayrton Senna definían la batalla, pero
al punto al que hemos llegado supera con creces esta aspiración.
Para ello tenían que producirse una serie de circunstancias
que - para fortuna de todos los amantes del deporte automotor
- se han cumplido con emocionante y dramática precisión:
debacle técnica de Ferrari, regularidad de Raikkonen y
recuperación de Montoya. Habría que retroceder hasta
los inicios de la década de los ochenta para conseguir
una igualdad similar, con ediciones como las de 1981, 1982 y 1983
con media docena de aspirantes con posibilidades campeoniles a
falta de tres fechas. Pero una reseña detallada de aquellas
temporadas la dejaremos para las crónicas venideras, porque
Hungría dejó demasiadas cosas agradables para comentar
y otras para criticar.
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HAT
TRICK DE PRECOCIDAD
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También
en la nota anterior habíamos asomado el comentario
acerca de las posibilidades de Alonso de lograr apoderarse
del récord como el vencedor más joven de la
historia de la F1. En verdad era, más allá de
las posibilidades matemáticas que todavía le
favorecían, una tarea por demás cuesta arriba
dada la calidad de los rivales, pero lo realizado por el chico
de 22 años que supera cualquier lógica optimista,
rindiéndonos ante un muchacho que se ha dedicado a
rescribir muchos capítulos en el automovilismo internacional
en poco más de medio centenar de carreras: para la
precisión, si las cuentan no fallan, 54 arrancadas
sobre vehículos monoplazas.
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También en la nota anterior habíamos asomado el comentario
acerca de las posibilidades de Alonso de lograr apoderarse del récord
como el vencedor más joven de la historia de la F1. En verdad
era, más allá de las posibilidades matemáticas
que todavía le favorecían, una tarea por demás
cuesta arriba dada la calidad de los rivales, pero lo realizado
por el chico de 22 años que supera cualquier lógica
optimista, rindiéndonos ante un muchacho que se ha dedicado
a rescribir muchos capítulos en el automovilismo internacional
en poco más de medio centenar de carreras: para la precisión,
si las cuentan no fallan, 54 arrancadas sobre vehículos monoplazas.
Eso fue lo que necesitó el español Fernando Alonso
para adjudicarse una de las metas más deseadas por cualquier
automovilista en el mundo: imponerse en un Gran Premio de Fórmula
Uno, objetivo reservado a unos pocos seres humanos en - vaya coincidencia
numérica - 54 años de historia de la categoría.
Pero no hablamos únicamente de sus participaciones con el
Minardi y el Renault, que apenas suman 29, sino desde el momento
en el cual el nativo de Oviedo se sentó por primera vez en
el Coloni Nissan de 2000cc del Euro Open Movistar Nissan de 1999
seguidas por una temporada en la F.3000. Es decir, llegó
a la F1 ¡con 25 largadas en su vida!, siete temrinaron en
victorias. Claro que habrá quien sostenga que el pupilo de
Flavio Briatore se tragó miles de kilómetros en pruebas
con el Renault F1 durante el 2002, pero la verdad sea dicha: nada
es comparable ni la experiencia es suficiente cuando cerca de 18.000
caballos de fuerza truenan al unísono a tu alrededor a la
espera de que se apaguen las luces rojas.
Sin realizar la exhaustiva investigación que corresponde
ante tal estadística, de antemano se puede asegurar que deben
ser pocos los pilotos que en tan corto tiempo hayan triunfado desde
el día en el cual se subieron por primera vez a un monoplaza
con una barra antivuelco sobre sus cabezas. Uno de los más
precoces, el pentacampeón del mundo Michael Schumacher, necesitó
hasta 75 presentaciones entre F.Konig, F.Ford, F.3, Turismos, Sport
Prototipos y F1 antes de imponerse en el GP de Bélgica en
Spafrancorchamps 1992.
Claro, no podíamos pasar por alto el nuevo documento histórico
de Fernando, tras haber quebrado la marca que estuvo en vigencia
por 44 años, transformándose en el piloto más
joven en adjudicarse un GP de F1, registro que correspondía
desde 1959 al neocelandés Bruce McLaren, quien aprovechó
la falta de combustible en el Cooper-Climax de Jack Brabham en el
primer GP de los Estados Unidos disputado en Sebring; para la anécdota,
el australiano empujó su monoplaza los últimos doscientos
metros hasta cruzar la meta en el cuarto lugar, lo cual le aseguraba
el primero de sus tres títulos mundiales.
Alonso
es también el primer español en subir al cajón
más alto de la premiación en una carrera de F1,
con lo cual desaparece el mejor resultado previo obtenido por
un hispano en poder de Alfonso Cabeza de Vaca marqués
de Portago, quien haciendo dupla con el británico Peter
Collins, fue segundo sobre un Ferrari en el GP de Inglaterra
de 1956, marca que el propio Fernando empataría durante
el GP de España de la presente temporada. Y es que a
sus 22 años con 26 días, Alonso ha sumado un verdadero
"Hat Trick" al convertirse en el más joven
en realizar una pole position, un récord de vuelta y
por supuesto, la victoria. Los futuros pilotos de la era internet
la tendrán. |
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muy
dura a la hora de intentar arrebatarle alguno de estos hitos y si
algún nombre podría amenazar ese registro en un futuro
cercano, no se olviden de Lewis Hamilton (un moreno británico
protegido de Mercedes Benz) y de Nelson Piquet Jr, ambos con 18
primaveras.
KARTING, ESCUELA UNIVERSAL
En la hora más gloriosa del automovilismo español,
aquella que recién comienza a disfrutarse en forma de la
"Alonsomanía", son muchos los elementos que bien
vale la pena recordar y destacar. Al menos así lo consideramos,
con el permiso de los que disientan de nuestros planteamientos.
Y es que ante la justificada euforia mundial por el triunfo del
"marciano" asturiano (así como en su momento se
le llamó al motociclista finlandés Jarno Saarinen
o al americano Kenny Roberts), uno no puede olvidar los orígenes
de los participantes y la importancia que el karting representó
en la formación de cualquier volante profesional moderno.
¿Qué tiene que ver el karting? se preguntarán
los menos avezados, ¿acaso no son esos carritos que muchos
ven como un vehículo de diversión familiar?. Pues
sí. Pero también son los mismos que forjaron el temple
y la destreza de los campeones mundiales de F1 los últimos
lustros, con excepción hecha en Damon Hill y Jacques Villeneuve.
Un mundo asombrosamente competitivo que se esconde en esos motores
de dos tiempos de apenas 100cc, donde las milésimas separan
al mejor del último, en un interminable y costoso peregrinar
de competencias y pruebas a lo largo de naciones y continentes,
ruta que siguieron leyendas como Alain Prost, Ayrton Senna y Michael
Schumacher, al igual que los modernos aspirantes a campeones como
Juan Pablo Montoya, Kimi Raikkonen y Fernando Alonso.
Junto
a su padre José Luis, no fueron pocas las ocasiones en
las que Fernando Alonso durmió en su propio coche o recorrió
cientos de kilómetros sin descanso para ahorrar el pago
de un hotel. Aunque posiblemente no lo admitan, pero el mismo
Schumacher o Montoya debieron efectuar enormes sacrificios para
destinar sus recursos en obtener las mejores piezas en una modalidad
donde la única recompensa es un trofeo. Ahora es cuando
cobran más valor las victorias del chico del principado
de Asturias en el karting internacional - ignoradas entonces
por los mismos medios que hoy lo reverencian - con éxitos
en los reñidos certámenes de Italia y Europa además
de convertirse en Campeón del Mundo Junior en 1996, una
conquista que otro hispano de innegable talento había
obtenido dos temporadas antes, Antonio García, pero quiso
el destino que mientras uno es ahora la mayor referencia deportiva
española en el planeta, el otro, a sus escasos 23 años,
participe casi en el anonimato en el Campeonato Europeo de Turismos.
Son las injusticias de una modalidad que en el presente sólo
admite a 20 candidatos. |
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En segundo término, ¿qué habría pasado
si en 1998 no surge en España el proyecto de monoplazas llamado
Open Nissan promovido por un menudo ex piloto de motos arrastrado
al mundo del periodismo de nombre Jaime Alguersuari?. Hace un tiempo,
en la parrilla de salida de una prueba de las World Series, conversábamos
con el empresario catalán y le indicábamos la sorpresa
que nos producía que un motociclista hubiese abierto el camino
a sus pares de las cuatro ruedas a lo que nos respondió con
una sonrisa de satisfacción, una aseveración que todavía
hay quienes se niegan a aceptar, especialmente en el entorno hispano,
pero la realidad no deja margen a la duda: sin la Fórmula
Nissan hoy no habría un Fernando Alonso en la Fórmula
Uno.
Su triunfo en al temporada 1999 le valió una prueba con la
escudería Minardi y de allí en más son relatos
repetidos hasta la saciedad, del que rescatamos apenas el mal humor
de Cesare Fiorio quien le pidió prudencia al chico indicándole
que manejara despacio sobre el asfalto húmedo; los tiempos
contradecían al manager italiano pero mayúscula fue
la sorpresa de todos al escuchar de un incrédulo y tímido
Alonso que, en efecto, no había forzado para nada la máquina.
Un extraterrestre había hecho su debut en un F1. La avasallante
irrupción del ovetense le ha cambiado la imagen al siempre
menospreciado automovilismo español, territorio absolutamente
motociclista gracias a las incontables victorias y coronas sumadas
por sus centauros, con Angel Nieto a la cabeza, mientras en contrapartida,
sus automovilistas, como en el caso de Japón y Venezuela
y la generación de volantes italianos de las últimas
décadas, poco o nada han podido aportar a diferencia de los
que llevan el acelerador en el puño derecho.
Claro que si hoy existe un Fernando Alonso también es gracias
a Aquellos que "se comieron las verdes", hombres con talento
que no lograron encontrar el momento apropiado, como el caso de
Luis Pérez Sala, Jordi Gené, su propio hermano Marc,
el recientemente desaparecido Fermín Vélez y hasta
Pedro de la Rosa, quienes debieron emigrar a tierras británicas
y hasta japonesas para labrarse una carrera y un nombre. Para los
sarcásticos británicos, Adrián Campos era el
modelo del volante hispano contemporáneo, piloto que gracias
a un generoso aporte económico familiar pudo llegar a la
F1 a mediados de los ochenta, siendo tan desconocido en su momento
como en el presente lo pudo ser el malayo Alex Yoong o el mismo
húngaro Zsolt Baumgartner. Qué paradoja, precisamente
Adrián Campos, quien saliera de la F1 al no clasificar en
tres ocasiones consecutivas con el Minardi Cosworth en 1988, sería
la persona que le otorgaría la primera oportunidad a Alonso
de subirse a un monoplaza con apenas 18 años y ahora funge
como manager personal del fenómeno de Asturias. Definitivamente,
el talento de Campos estaba fuera del habitáculo.
DELICIOSO GOULASH HUNGARO
De no ser por la magnífica cabalgata del piloto de Renault
y lo que significaba a medida que se acercaba a la meta, la carrera
magiar habría sido una enésima muestra de que el Hungaroring,
a pesar de sus modificaciones, no es digno de una justa de tanta
jerarquía, pero el mismo se mantendrá en el calendario
hasta que las hipócritas leyes antitabaco lleguen a los márgenes
del Danubio.
Lo hecho por Alonso el día de su primer triunfo en la F1
es apenas comparable a la primera conquista de Nelson Piquet en
el GP de Long Beach de 1980 o la de Ayrton Senna en Portugal 1985,
cuando ambos se despidieron de sus rivales desde la largada, el
primero entre los muros del puerto californiano y el segundo bajo
un verdadero diluvio en el trazado de Estoril. El español
lo hizo en la pista de menor adherencia de la F1, donde salirse
de la huella ideal representa una pérdida de tiempo considerable,
exaltando su virtuosismo al volante al compensar la diferencia de
caballos de fuerza frente a los motores BMW, Mercedes o Ferrari
con una estrategia de carrera y puesta a punto perfectas.
Para Renault, ahora identificada con el azul celeste, significó
la vuelta a la victoria como constructor en dos décadas,
si bien apenas fueron dos temporadas (1984 y 2002) en las que corrió
sin triunfos efectivos como fabricante de todo el paquete, intermedio
en el que ofreció sus motores a equipos como Lotus, Ligier
y Williams, marca esta última con la que alcanzó sus
mayores conquistas. Alain Prost había triunfado en Austria
1983 y todo estaba encaminado hacia el título de constructores
y pilotos, pero el menudo galo le amargó la existencia a
sus jefes al chocar en la siguiente carrera con Nelson Piquet y
por allí se diluyeron sus esperanzas.
En la arrancada del Hungaroring se apreciaron varias cosas interesantes:
la pésima salida de los Williams, incapaces de transmitir
los casi mil caballos de potencia sobre la parte sucia de la pista,
mientras Jarno Trulli, colocado en el mismo sector, los dejaba atrás
como si hubiese efectuado una largada lanzada, al igual que Kimi
Raikkonen cuya maniobra le valía recuperar dos puestos, colocándose
tras el australiano Mark Webber, escollo que complicó notablemente
las aspiraciones del escandinavo aunque el balance final fue por
demás ideal, al ponerse apenas a dos puntos del primer lugar
con el rejuvenecido McLaren MP4/17. Si la mecánica lo acompaña
y no lo traiciona como en Nurburgring, el inexpresivo Kimi se nos
antoja el más serio contendiente en el embalaje decisivo.
Su cuota de equivocaciones parece saciada en las primeras vueltas
de las carreras de Montmeló y Montreal, vale decir, en las
clasificaciones del sábado, mientras en Hockenheim tuvo bastante
con salir caminando tras estrellarse contra la pared de neumáticos.
Otro que debe agradecer la rigidez de los monoplazas modernos es
Ralf Firman, tras su pavoroso vuelo del sábado en la mañana
al perder el alerón trasero de su Jordan. El impacto fue
tan fuerte que llevó al doctor Sid Watkins a determinar el
reposo del británico, lo cual le abrió las puertas
al desconocido Zsoltz Baumgartner, piloto de pruebas de la escudería
amarilla con menos de 200 kilómetros en ensayos, un chico
que sin dudas se sacó la lotería frente a sus compatriotas.
La FIA completó el panorama haciéndose la vista gorda
en cuanto a la entrega de la Superlicencia, un requisito que para
algunos lleva semanas y que en el caso del magiar, apenas necesitó
unos minutos. Y es que el tío Bernie no iba a permitir que
la grilla de largada fuera menor a 20 carros, de allí que
el joven Zsolt pasó a convertirse en el primer descendiente
del temido Attila en correr en un GP de F1, teniendo como un lejano
precedente a Ferenc Szisz, quien casi un siglo antes ganó
la primera edición del GP de Francia en 1906 al comando de
un. ¡Renault!.
Lo hecho por Baumgartner fue honesto, si consideramos su escasa
experiencia adquirida en la F3000, donde es uno más del pelotón,
mientras otro debutante, el danés Nicolás Kiesa, hizo
su estreno en Alemania y hasta la fecha su mayor mérito ha
sido el llevar el Minardi hasta la meta, así sea en la última
posición. El subcampeón mundial de karting 1996 y
sorpresivo vencedor en el GP de F3000 de Montecarlo 2003 (cuando
se encontró con el regalo del sueco Bjorn Wirdheim, quien
protagonizó el blooper del milenio al detenerse a saludar
a su equipo creyendo que ya había cruzado la meta), tiene
como primera misión igualar a su compañero Jos "The
Boss" Verstappen, una tarea que a todas luces se presenta complicada.
Sigue asombrando el australiano Mark Webber, quien una vez más
asustó en las clasificaciones al colocarse tercero, manteniéndose
por muchas vueltas en la segunda casilla. El Jaguar-Ford-Michelin
mantiene su ritmo, aunque su nueva adquisición Justin Wilson
no ha hecho mucho más de lo que hacía el defenestrado
Antonio Pizzonia, lo cual permite pensar o que Webber es un súper
fenómeno (ya en Minardi hizo cosas destacables), o la atención
en los bólidos verdes no es similar para sus dos conductores.
Es apenas la segunda presentación del espigado Justin sobre
los fabricados verdes, así que habrá que darle tiempo
para que justifique sus credenciales.
Otra buena tarea de apoyo táctico realizó David Coulthard
en el Segundo McLaren, el único en haber seleccionado la
estrategia de dos detenciones en vez de tres como la totalidad de
los punteros, mientras Jarno Trulli tuvo mucho trabajo en el renovado
circuito húngaro al tratar de contener primero a Montoya
y luego a Michael Schumacher, si bien el de Pescara debe haber sido
uno de los que peor la pasó en Hungría, porque a igualdad
de máquinas, fue doblado por su compañero Fernando
Alonso, pareja que fue ratificada en el equipo Renault para la temporada
2004 donde arribarán con muchas aspiraciones.
TROMPOYA SALIÓ BARATO
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Juan Pablo Montoya completó un resultado
por demás positivo luego de una complicada salida y
su séptimo podio consecutivo le deja apenas a un punto
del primer lugar, es decir, nunca antes desde su arribo a
la F1 estuvo tan cerca de comandar el campeonato. Sin embargo,
el bogotano casi estropea todo con su tercer trompo de la
temporada, una cifra por encima del promedio de errores permitidos
a cualquier aspirante a campeón, aunque por otra parte,
si ha sobrevivido con mínimo perjuicio a los percances
de Melbourne, Montreal y Budapest, quiere decir que la suerte
está de su lado, un elemento fundamental que siempre
acompaña a los predestinados. Lo mejor de Juancho es
la honestidad con la que reconoce sus fallos, aunque ello
signifique que sus seguidores vivan con un nudo en la garganta
hasta que se baje la bandera a cuadros.
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Y hablamos de pecados "permitidos" porque salvo excepciones
muy raras, todos los campeones cometieron algún que otro
desliz en ruta hacia la corona. En la era que nos ha tocado vivir,
recordamos uno de Niki Lauda al realizar un trompo en Nurburgring
1984 que por poco le complica el tricampeonato, pero entonces su
coequipero en McLaren Tag Porsche Alain Prost apenas era un aprendiz
de profesor, lejos de arribar a la perfección que alcanzaría
con el tiempo, y ya había echado por la borda hasta tres
cetros con distintos percances en momentos críticos; Nelson
Piquet chocó hasta tres veces consecutivas en la ruta hacia
su primer título en 1981, y en 1987 un trompo suyo en España
prolongó las posibilidades de Nigel Mansell; el gran Ayrton
Senna se estrelló contra un guardrail en Mónaco 88
cuando dominaba con el McLaren Honda, pero aun así fue campeón;
Michael Schumacher también efectuó un trompo en Spa
1994 que no le impediría llegar al primer escalón
del podio, si bien luego sería descalificado por el empleo
del fonde plano de madera de menores dimensiones a las permitidas.
Es decir, ni los más grandes pluricampeones estuvieron exentos
de equivocaciones, de allí que los aspirantes todavía
tienen "permiso" par errar, palabra que hasta la fecha
no parece formar parte del vocabulario de Fernando Alonso.
Claro que no debe haber sido del agrado de Patrick Head la nueva
desconcentración de su piloto, como tampoco lo fue la enésima
maniobra descontrolada de Ralf Schumacher en la arrancada, maquillada
por una soberbia recuperación, con un hasta ahora poco visto
adelantamiento sobre su hermano mayor, resultados que le otorgan
el primer lugar de constructores a la casa británica, el
objetivo principal de Sir Frank Williams. Juan Pablo tuvo la inmensa
fortuna de retornar a tiempo justo por delante del menor de los
Schumacher, pero, ¿qué habría pasado si Ralf
pasaba a su compañero?, ¿se iba dejar adelantar para
cederle el tercer lugar al colombiano?, una pregunta que para todos
los que laboran dentro de la escuadra de Grove no hubo necesidad
de responder.
Pecamos estrepitosamente al pensar que la casa del Cavallino Rampante
iba a plantar cara en Budapest, especialmente Schumacher, pero resultó
una de las más grises actuaciones en toda su carrera, cómplice
de haber estado en el lugar incorrecto en el momento justo, como
cuando salió detrás de Jarno Trulli y cuando se quedó
sin combustible al llegar a su segundo reabastecimiento. Pero como
no podía ser de otra manera, la palma de la mala fortuna
se la volvió a llevar Rubens Barrichello, quien por otro
lado puede sentirse contento de escapar sin ningún rasguño.
La imprevista rotura de la suspensión trasera en el punto
más veloz de la pista (más bien parecía una
explosión de la transmisión por la manera como salieron
las piezas volando), acabaron con las esperanzas del brasileño,
mientras Montoya fue un espectador privilegiado y poco faltó
para que también se viera involucrado en el incidente.
La rueda trasera del F2003-GA salió disparada y gracias a
Dios esta vez no golpeó a nadie, mientras el piloto reclamaba
la falta de atención médica y el poco espacio en vías
de escape. Qué ironía: los más de 100 metros
de zona de desaceleración ya no son suficientes para los
pilotos de hoy, en un tramo que ahora tiene asfalto en vez de gravilla,
con lo cual un vehículo descontrolado difícilmente
puede detenerse sino hasta estrellarse contra la múltiple
barrera de neumáticos. Rubinho admitió haber sentido
miedo al sentirse como un pasajero en un avión sin alas,
pero como no nos cansaremos de repetir, todos los héroes
del presente deben dar gracias a las extremas medidas de seguridad
que rigen en los deportes a motor, porque de lo contrario, ya muchos
ni siquiera lo contarían, sin importar su habilidad o jerarquía.
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Definitivamente
la F1 moderna no deja margen para los milagros y si los ingenieros
dicen que en tal pista el chasis y la aerodinámica no
les favorece, pues en realidad es así pues ya no hay
tiempo para inventar algo nuevo. McLaren confía en el
óvalo de Indiana puesto que en la edición pasada
les fue muy bien allí, y como al final hablamos del mismo
carro modificado, esperan que la situación se repita,
mientras son más cautos para Monza y Suzuka. Ferrari
y Bridgestone cuentan los minutos para salir a probar en Monza,
luz verde que recién recibirán en el mes de septiembre,
ensayos que determinarán el éxito o no en lo que
resta de la temporada, mientras el paquete BMW-Williams-Michelin
es sin dudas el mejor de la grilla, y en el Autodromo Nazionale
di Monza deben ratificarlo, con posibilidades en Indianápolis
y con mucho trabajo en Suzuka, donde la lluvia pudiera ser el
elemento sorpresa que desequilibre los esquemas. |
Por
supuesto, cómo olvidarlo, fue la guinda del pastel y también
una imagen que puede interpretarse de muchas maneras: el maestro
Michael Schumacher doblado por el eventual ganador Fernando Alonso,
una satisfacción que sin dudas genera más goce perverso
entre la afición y la prensa maliciosa que entre los verdaderos
profesionales, aunque tampoco hay que olvidar que similar maniobra
se produjo en el pasado reciente a favor del propio germano sobre
el colombiano Juan Pablo Montoya, precisamente allí, en tierras
húngaras. Y si de hispanoparlantes se trata, la de Budapest
fue la primera ocasión desde el GP de Argentina de 1957 cuando
dos corredores de lengua castellana subieron al podio, en aquella
ocasión con el inmortal argentino Juan Manuel Fangio como
vencedor, mientras su compatriota Charlie Menditeguy era tercero,
un tipo tan particular que además de estupendo piloto aficionado,
era experto golfista, velerista y hadicap 10 en polo. De momento,
es hora de celebrar con sidra asturiana.
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