En
mi anterior columna (ver: "Columnas anteriores") transcribo
la primera mitad de lo que el reconocido periodista ingles Nigel
Roebuck escribió acerca de nuestra máxima carta
en el automovilismo mundial: el desaparecido piloto Pedro Rodríguez,
en ocasión del trigésimo aniversario de su lamentable
fallecimiento y continúo:
"Después
de eso, era solo cuestión de tiempo. No había
carrera como tal, aunque había algo hipnótico
esa tarde y todo se centraba en ver a un solo hombre, un solo
auto. Estábamos empapados y congelados, aunque curiosamente
sin darnos cuenta de ello. Hasta la mitad de la carrera, cuando
menos, ya que Pedro entró a los pits para pasarle el
auto a Leo Kinnuen, su nuevo coequipero. Entonces parecía
un buen momento para un sándwich y un café caliente
Un
tipo especial Kinnuen. El había hecho su nombre en los
rallies finlandeses (hielo, nieve y lluvia) y probó ser
muy rápido en la Targa-Florio, aún así,
en un resbaloso Brands Hatch, claramente era inferior a Rodríguez.
En los pits Pedro empezó a enfadarse. Pedro Rodríguez
había construido una ventaja tan sustancial que había
pocas posibilidades de que alcanzaran a su coequipero pero se
preocupaba de que Leo K. Se estrellara contra las barras de
protección. Después de una hora Pedro no aguantó
mas y le preguntó a Wyer si podía manejar otra
vez".
"Y
así sucedió. Pedro se puso otra vez su "overall"
y retomó el volante y su ritmo, de manera impecable.
Detrás de él, Redman chocó el otra Gulf-Porsche
que estaba en segundo lugar y Amon estaba entrando y saliendo
de pits por una falla recurrente en la bomba de gasolina. Ickx,
el único que hubiera tenido a Rodríguez alerta
en un día así, se detuvo en incontables ocasiones
para atender a sus limpiaparabrisas... fallas eléctricas
de Ferrari, otra vez".
"Sin
embargo el Porsche 917 de Hulem/Elford continuaba continuaba
sin mayores problemas, salvo que estaba ¡cinco vueltas
detrás de Pedro! A las 18:45, Rodríguez emergía
de la curva "Clearways", antes de la meta, por última
vez, y recibió la bandera de cuadros. Los espectadores
se dirigieron, a través del lodo, a sus asuntos y tocaron
sus claxons para honrar esa gran actuación".
"En
el podium, Rodríguez se veía satisfecho por su
trabajo. El pelo negro estaba impecablemente peinado hacia atrás,
como siempre, y esbozaba la mejor de sus sonrisas".
¿Qué
había en ese mexicano -nacido en Latinoamérica
entre el polvo y el calor- que lo hizo ganar tan fácilmente
en un típico día lluvioso inglés de abril
? Siffert, algunas veces parecido al ritmo de Pedro, había
sido dominado, lo mismo que todos los demás y dominada
fue también la lluvia. "Finura" dijo David
Yorke, el Team Manager de Wyer por muchos años. "En
términos de velocidad no había mucha diferencia
entre Siffert y Pedro, pero siempre tenia uno la impresión
de que Siffert hacia el trabajo con los músculos, en
cambio Rodríguez se sentaba en el auto descansando simplemente
sus dedos en el volante. Su precisión y sensibilidad
eran fantásticas. Un día como ese fue hecho para
él" concluyó Yorke.
Sigue
Roebuck diciendo acerca de la actuación del mexicano:
"Fue
después de varios años de la muerte de Pedro que
platiqué otra vez con Yorke acerca de Rodríguez
"¿Era excéntrico en varias maneras, no?"
David Y. Recordó: "Manejando en la calle ese Bentley
clásico y usando esa gorra tipo Sherlock Holmes y otras
cosas más, de hecho te hacia pensar, si no lo conocías,
que era una de esas personas amantes del arte. Pero, por Dios,
él era lo mas comprometido ¡Absolutamente -nada-
le importaba más, que ser un ganador!".
Así
termina el relato, por demás elocuente de Nigel Roebuck.
Sirva esto como otro reconocimiento mas a Pedro y también
para que las nuevas generaciones (y algunas de las no tan nuevas),
conozcan la grandeza de este inolvidable y talentoso piloto
mexicano