Lástima, pero se nos frustró el regreso de Michael Schumacher a la Fórmula Uno. La verdad yo ya me saboreaba ver que iba a hacer el ‘Schuminator’ en Valencia, tras acostumbrarse al Ferrari F60 el viernes y, creo, calificar entre los 10 primeros el sábado, para acabar en los puntos el domingo (siendo más rápido conforme la carrera avanzaba). Pero el cuello no lo dejó y o regresa, todavía, pues podría tener alguna recuperación antes de fin de temporada y con ello darse un quien vive con los pilotos que nunca lo enfrentaron como Lewis, Vettel y otros.
Y muchos cuestionan que si le daría frío o sería un pretexto para no correr porque andaba fuera de tiempo (si andar a medio segundo del record de pista de Mugello con un auto viejo es andar lento, pues ojalá yo sea igual de lento). Lo que no recuerdan es que la única forma de ponerte en condición para manejar un F1 es manejando un F1, pues los simuladores no pueden emular las fuerzas G que se tienen en el auto en la pista, y los videojuegos solamente te enseñan el trazo. No hay nada que te sujete a esas presiones brutales, excepto manejar una avión caza de combate, pero eso lamentablemente no se da si no eres piloto de guerra de alguna de los mejores ejércitos del mundo. Así que para saber que tu cuello no aguanta, te enteras sólo cuando te subes al F21 y le da muchas vueltas y entonces el cuerpo protesta. Y obviamente, no hubo tratamiento más intenso porque no sabía que Felipe iba a chocar y él iba a ser nominado para substituirlo. Lástima, porque pienso que hubiera sido bueno verlo despertar a su coequipero Kimi o de plano que el finlandés se expusiera a ser barrido por el alemán, quien no regresaba a jugar sino a buscar los podios que pueda dar el F60.
Finalmente íbamos a saber si los pilotos actuales son tan talentosos como se cree, o simplemente los autos actuales son muy fáciles de manejar y digo esto porque me impresiona que los chavitos de 18 años se suben y andan en un F1 a unas cuantas décimas del piloto titular, cosa que ante no sucedía. Por ejemplo, en la era de los turbos, un probador que se subiera andaba a cinco o seis segundos de los pilotos titulares, y en tiempos anteriores, cuando corrían los terceros pilotos (y cuartos y a veces hasta quintos en equipos como BRM, Lotus o Ferrari), las diferencias siempre eran grandes, no era cosa de subirse y andar al ritmo de los titulares, por lo que pienso que esos autos requerían más manejo de los pilotos, pues no tenían todas esas ayudas como la dirección asistida, o los controles de tracción y de esto y lo otro y lucecitas que te dijeran que cambies velocidad y cajas semiautomáticas –pues en las cajas manuales de antes que no siempre entraban los cambios y si no escuchabas bien podías volar el motor–, y volantes tontos que solamente servían para dirigir el auto, no para calcular cuanto dinero te queda si compras el Veyron que te ofrece VW a precio de cuates, como hacen los actuales (y eso sólo lo traen algunos volantes de F1, pues no todos los pilotos ganan para comprarse un Veyron, por eso no se conoce mucho esa función).
Los autos modernos, pese a que ya les han quitado algunas cosas electrónicas que hacían que cualquiera se pudiera subir, son relativamente fáciles de manejar, la tecnología los ha vuelto accesibles, pero no sé que tan bueno sea eso, pues al ser fáciles hay muchos que se pueden subir competitivamente y no es porque haya más pilotos buenos que ante, sino que los autos enmascaran a los mediocres con ganas o lana. Eso me molesta porque es más difícil distinguir a los verdaderos talentos y luego se cuelan algunos que no lo merecen. En contraparte, al ser tan fáciles los autos, los pilotos con talento son probadores natos y se quedan más allá de lo que deberían, tipo Fisichella en Force India porque Sutil no puede poner a punto el mismo aunque sea muy rápido en la pista, caso similar a Glock con Trulli en Toyota, donde el italiano es el que pone la puesta a punto y a veces ya lo anda superando su joven y veloz compañero teutón, por lo que ya no es el número uno indiscutido en las carreras, aunque lo sea todavía en las prácticas.