Como espectador,
la carrera de NASCAR Nationwide en México, el pasado
fin de semana 20 de abril, fue la más aburrida que
he visto en mucho tiempo, y realmente creo que los directivos
de NASCAR no entienden y dudo que alguna vez entiendan que
no pueden hacer lo que se hizo pues simplemente se van a quedar
sin público para el 2009, si es que acaso regresan
a correr a México, pues eso también lo dudo.
Si ya en 2007 habían roto todos los records con una
carrera de 10 banderas amarillas, la mayoría injustificables
pues las determinan porque un piloto se trompea en la eses,
por ejemplo, aunque regrese a la pista instantes después.
No entienden, porque no tienen el antecedente de conocer que
son las carreras en circuito, ellos solamente saben de óvalos.
Que los despistes en circuito son cosa normal y que los pilotos
simplemente retoman el camino sin muchos problemas y la carrera
sigue con una amarilla local que avise del incidente a los
que están en la pista. Incluso Kyle Busch, el ganador
de la carrera de este año, se quejó de que no
es posible hacer una carrera tan larga por problemas de esos
y fue muy vocal al referirse a, “incidentes que ameritan
bandera amarilla local siendo transformados en amarillas de
todo el circuito por razones que desconozco y no entiendo”,
y cuando lo dice un piloto de su estatura (en NASCAR, donde
es considerado uno de los futuros campeones) deberían
hacer caso. Nadie entiende como pueden gastarse más
o menos 75 minutos de una carrera de tres horas en amarillas
y además ordenar dos banderas rojas que detienen a
todos los autos en la pista, mientras la limpian después
de contactos.
Lo peor de todo es que no hay información, imagínense
que a la gente del sonido local no le dicen la causa, aunque
luego se puede deducir por el movimiento de los camiones y
equipos de seguridad, pero no hay una información oficial,
y si eso le pasa a ellos que deben informar la público
asistente, pues los que están en las gradas asolándose
deciden retirarse y no regresar. Con todo y que no me guste
el patético espectáculo que da el futbol mexicano,
cuando menos ahí te enteras de lo que pasa y ves el
baloncito moverse por la cancha durante 45 minutos, luego
te levantas a descansar un rato y vienen otros 45 minutos
para completar los balonazos en el campo. Aquí te ponen
banderas amarillas que nadie explica, y que se van volviendo
eternas tanto para la gente en las tribunas. por el calor,
como para los pilotos que tienen una temperatura del doble
de la que existe en el ambiente, gracias a que van con nomex,
en una cabina cerrada y circulando a baja velocidad, por lo
cual no hay aire fresco que entre, pese a que no tienen ventanas
en los autos stock. Pero los de control de carrera toman sus
decisiones en la sombra dentro de la torre de control con
aire acondicionado, así que ni saben, ni sienten la
carrera, están aislados en su mundo virtual.
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Y las
tribunas, de por sí, estaban más vacías
que llenas y quedaron en los huesos al final del día,
pues los 59,000 del fin de semana no eran más de unos
10,000, incluyendo los que estaban en fosos, y suites. Otro
punto que s patético es la barda alrededor del paddock
de los trailers de NASCAR, como si les fueran a robar algo
o como si realmente los necesitaran proteger. Yo caminé
más de 100 metros junto a uno de los pilotos, y otro
iba una decena de metros adelante, y nadie los reconoció,
mucho menos los molestó, pero en cambio esa barda impide
al público disfrutar un espectáculo adicional,
como lo son los trailers multicolores, los cuales eran el
atractivo de Champ Car y otras series que visitan el DF (o
Monterrey). Realmente si quieren que nadie los vea, pues mejor
quédense en Estados Unidos, nadie se muere por conocer
a Bires, Coleman, Davis, Krisiloff o la mayoría de
los 41 pilotos extranjeros que vinieron a la carrera.
Y el manejo de los pilotos gringos sigue siendo infame, en
una pista no se aprecia lo que ellos estàn acostumbrados
a hacer, o sea, pegar para quitar. El público mexicano
no está entrenado en los “demolition derby”
que son tan populares en los pueblitos de EU (el equivalente
mexicano serían esa plazas de toros portátiles
que se ven en las ferias de pueblo en la provincia) y creo
(lo cual es un acto de fe en este caso) que los aztecas aprecian
el manejo fino porque hemos sido entrenados en ver pilotos
de monoplazas en las pistas y no choferes de microbuses golpeando
a los adversarios para sacarlos de la pista, que es lo que
inculca NASCAR desde el cielo donde reside su afamado, y ahora
casi canonizado, Dale Earnhardt, más conocido por ganar
a la mala que por otras cosas.
Y NASCAR puede ser muy emotiva, muy espectacular, pero no
es automovilismo en serio. Es como si la lucha libre que vemos
en todos lados realmente tuviera algo que ver con la lucha
libre o grecorromana como disciplina de Juegos Olímpicos.
Pues no hay comparación. Lo que los gringos nos dan
es espectáculo, que no es lo mismo que deporte. Yo
probablemente iré de nuevo, si no tengo que pagar,
pero comprar boletos para algo tan aburrido, paso. Por cierto,
la carrera de la NASCAR mexicana estuvo igual, con 20 vueltas,
de 40, en amarilla y otra dosis de somníferos para
el respetable en las tribunas. No es la nacionalidad lo que
se critica, es el estilo.
© CEJV/SHRAC 2008
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