Un objetivo
ambicioso está cercano a concretarse. 2007 nos sorprendió
al arrancar con un triunfo, hasta cierto punto inesperado,
de un mexicano en la afamada carrera de las 24 Horas de Daytona.
Pero detrás de la victoria hay un trabajo de muchos
años que ha ido descubriendo y consolidando talentos.
Tras la muerte de Pedro Rodríguez en 1971, el deporte
motor mexicano cayó en un bache ayudado por la mala
política económica del gobierno, pues es probablemente
el deporte más caro que existe y su costo aumentó
en proporción similar a la devaluación del peso;
la situación se complicó con el alejamiento
de los patrocinios y una generación de pilotos se perdió,
aunque hubo algunos esfuerzos personales que mantuvieron a
flote el renombre: Rebaque, Josele, López Rocha, Adrián…
A fines del siglo pasado Carlos Slim Domit, aficionado desde
que operaba in situ el apoyo de Cigatam a la Fórmula
K, y el multicampeón Jimmy Morales, fundaron la Escudería
Telmex para apoyar el surgimiento de nuevos talentos con la
mira puesta en tener un piloto mexicano en F1 antes del final
de la primera década del siglo XXI. Ha competido en
diversas categorías de monoplazas -Indy Lights, Atlantic,
Champ Car, F Ford, F3, A1GP, F BMW y, ahora, la World Series-
y decenas de pilotos, pero Salvador Durán (21 años),
el ganador en Daytona, es el diamante en bruto que encabeza
la escuadra en la, cada vez más cercana, búsqueda
de lograr el objetivo.
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En paralelo,
la Escudería ha construido un equipo nacional que los
provee de pilotos para categorías stock, con el fin
de mandar un mexicano a NASCAR, donde hubo presencia desde
1959 con los Rodríguez. El equipo ha sido exitoso y
ha permitido mandar volantes a competir en las series preliminares
de stocks en EU y, además, da la base para producir
pilotos para otros equipos, como el FitzContreras, que se
ha nutrido con elementos provenientes de la ET.
Un proyecto que empieza a dar resultados con pilotos vencedores
internacionalmente, títulos y, sobre todo, que nos
recuerda que el automovilismo mexicano tiene una tradición
ganadora. También ha dejado fuera a algunos pilotos
que no dieron el ancho, como toda empresa, pero el logro de
revivir a un gigante dormido es encomiable, y más cuando
se trata de un gusto genuino y no una simple operación
mercadotécnica.
Ahora la mesa está puesta para que alguien haga algo
similar por el tenis, que también solía tener
un lugar respetable en México hace tres décadas,
con Raúl Ramírez. Y podemos seguirle la cuenta
en muchos otros deportes.
© CEJV/SHRAC 2007
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