El verano
me ha traído muchas reminiscencias, ideas que se concretan
en esta columna, en la cual se hace homenaje ciertamente al
gran Festival de Avándaro de 1971, que programó
rock durante viernes y sábado para culminar con el
Hill Climb de Bosencheve el domingo en la mañana, pero
ya no se hizo este último por el bloqueo de la carretera
tras el ‘Woodstock mexicano’, y claro, tanto los
autos como los grupos pueden estar fuera de tiempo…
Yo soy de los que gustan revisar la historia para tratar de
evitar los errores del pasado y poder comparar con el presente
a fin de apreciar la evolución o la falta de la misma.
Este año ha sido de panbol, por el Mundial en el cual
nuevamente ha sido inflado el equipo de los afamados ratones
verdes que deberían haber llegado a semifinales según
nos lo pintaban desde su director técnico hasta los
panegiristas que abundan en los medios, cuyos intereses están
del lado comercial y no deportivo. Obviamente la mediocridad
del panbol mexicano no dio para más y fuimos dejados
de lado en la ronda usual, el cuarto partido que nunca hemos
superado, y ahora todos dicen que se cayó ‘cara
al sol’. Un paréntesis: cuando en el futbol americano
caes ‘cara la sol’ significa que el enemigo te
arrastró y te pasó por encima, o sea lo peor
de todo, que te fuiste de ‘nachas’ y quedaste
sentado como inútil. Así que hagan ustedes su
propia analogía de lo que es caer cara al sol y díganle
a los panboleros que piensan que es muy honorable.
Pero justo el fin de semana que el panbol caía frente
a los ‘ches’, los pilotos mexicanos se cubrían
de gloria batallando como los buenos en las pistas del mundo.
El primero fue Adrián Fernández, quien ese mismo
día obtuvo su victoria en otra serie internacional,
en este caso el GP de Mid Ohio de la Grand Am de prototipos,
y con eso ha ganado en todas las que ha participado fuera
de México: Indy Lights, CART, IRL y Grand Am. Se dice
fácil, pero todo quedó sepultado entre el llanto
y la historia de la derrota de los roedores panboleros. Y
ese mismo día y serie Luis Díaz entregó
en segundo sitio el auto a a su coequipero Scott Pruett, pero
un error de otro piloto hizo que no acabaran en el podio,
pues chocó con un tercer auto y en la carambola pagó
al del ‘Chapulín’, quien pagó con
un abandono que no debía.
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Al día
siguiente la hombrada la hizo en Cleveland, serie Champ Car,
Mario Domínguez, con un auto del equipo Dale Coyne
Racing, que nunca ha ganado en la serie. Mario iba segundo
hasta la última vuelta y al pasar la meta por vez final
fue rebasado por un novato, pero ajustó su manejo para
tomar un apex tardío en la primera curva y salir mejor
colocado que el rebasado, aunque a éste se le fue su
vehículo y arrastró al mexicano en su loca carrera
de trompos y ‘donas’, por lo que el mejor resultado
de DCR en su historia quedó en un simple sexto sitio,
pero el arrojo mostrado en la pista fue de verdad y no como
los de los panboleros que se quejan del árbitro.
Poniéndome a revisar la historia, descubro que en los
años 50s y 60s, la marca de cola que empieza con ‘P’
no se promocionaba con panboleros, sino con pilotos como Ricardo
y Pedro Rodríguez y, posteriormente, Moisés
Solana. Los hombres que vendían el líquido no
eran los que jugaban a las patadas, sino los de verdad, que
arriesgaban la vida (y pagaron con ella su arrojo en muchas
ocasiones) en las pistas triunfando para México, sin
que le costara al contribuyente. Realmente se ha perdido mucho,
con el cambio del enfoque en el propio deporte. Los triunfadores
siempre han sido los pilotos, no los futbolistas, pero el
engaño que se ha ido acrecentando con el transcurso
de los tiempos ha sido tal que vagamente se conoce quién
es un mexicano triunfador y las nuevas generaciones creen
que el rasero de la mediocridad que domina (con muy honrosas
excepciones) el deporte de las patadas es la medida de nuestro
deporte.
No es cierto, no se dejen engañar, no todo es la medianía
panbolera que ven en sus televisores ad nauseaum. Hay otras
disciplinas en las que hemos sido, somos y podemos seguir
siendo de clase mundial, como el automovilismo. Pero hay que
luchar por que las aguas vuelvan a su nivel y esforzarnos
por recuperar el prestigio acallado. Esa es nuestra tarea
desde cualquier tribuna.
© CEJV/SHRAC 2006
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