Ver el
Gran Premio de Mónaco, mejor dicho las calificaciones
del GP en las calles de Montecarlo el sábado anterior
a la carrera, me traen muchas reminiscencias… y no son
buenas.
Me pongo a pensar en un campeón que es el máximo
vencedor de la historia, que el mejor pero no es un grande,
no es una leyenda, no es el héroe que trasciende por
sus enormes hazañas, si no que también se le
recordarán sus grandes desfiguros, a falta de otra
palabra.
El año pasado platiqué con Michael Schumacher
en el GP de Estados Unidos, ya sin las presiones de ganar
el campeonato por sexta vez consecutiva pues las llantas de
su Ferrari no daban para más.Lo encontré muy
distinto al ‘Schumi’ que conocía, al ‘Schuminator’
deshumano que no sabe más que ganar a cualquier costo
y no entiende razones. Yo pensaba que había cambiado,
incluso hasta me decían que me había yo vuelto
menos crítico del alemán, o quizás los
años ya empiezan a pesar y se vuelve uno el ‘less
angry young man’ (o ‘less angry old man’,
dirían mis hijos). Pero después de Montecarlo
realmente pienso que un tigre nunca pierde sus rayas, o un
leopardo sus manchas o un ‘Schumi’ sus tretas
deshonestas.
Leí el comunicado de Ferrari, las explicaciones y todo
lo que se dijo acerca del incidente de la clasificación
cuando se detuvo tras hacer su mejor vuelta y propició
que los demás no pudieran superarlo, dado el escaso
tiempo que restaba en la última fase de la práctica
final para determinar la parrilla. Si algo entiende, es de
autos, y sé suficiente de relaciones públicas
para comprender las excusas y paliativos que se usan para
darle vuelta a un error y presentarlo en forma menos desfavorable,
pero este no me lo trago ni aunque tuviera cinco años
de edad. El ‘Schuminator’ apareció de nuevo
y pensó que podía salirse con la suya y hacer
trampa más o menos escondida y lograr otra Posición
de Privilegio (¿y para qué?, me pregunto, si
ya tiene el récord y no hay uno que vaya a poder alcanzarlo
en lo que resta de su vida, -conste que lo estoy pronosticando
cuando le sobran unos 50 años). Y con su casi segura
victoria en Mónaco arrancando desde la punta, poder
empezar a desmembrar la roca de firmeza y constancia que se
llama Fernando Alonso y vuela para ser el bicampeón
más joven de la historia.
Claro que salir al frente en Mónaco tiene sus ventajas,
mayores que en cualquier otro circuito, pero creo que a Schumacher
ya no le importa su reputación, le importa irse en
la cima y creo que de ahí viene todo el cuento este
de su retiro. El alemán no se va a ir derrotado y quiere
recuperar el campeonato a cualquier costo, por eso hizo su
chistecito y lo descubrieron, ahora la telemetría te
dice si realmente se te fue el auto por burro o quiste fingir,
ya no es cuestión de tu palabra contra la de los comisarios,
ya hay pruebas que te ratifican o rectifican.
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Y los
recuerdo que vienen a la mente de inmediato son 1997 cuando
el aventó el auto a Villeneuve para intentar ganar
el campeonato, o 1994 cuando hizo lo mismo con Damon Hil,
aunque esa vez sí le salió y con el canadiense
no fue exitoso, le pegó en los pontones y no en la
suspensión, que es como se hace. Pero más atrás
se acuerda uno de cuando estaba de invitado en el DTM corriendo
para Mercedes y se llevó al más seguro candidato
al título, el venezolano Johnny Cecotto, quien corría
un BMW y en la primera curva del Hockenheim fue embestido
por el germano y ahí se le acabó el campeonato
en la carrera final del año de 1990. O cuando se indignó
porque Juan Pablo trató de pasarlo por fuera, como
si fuera delito de lesa majestad el mero intento del rebase
contra su Ferrari. O cuando….. (espacio para anotar
tu recuerdo favorito anti-Schumacher, pues cada quien tiene
uno).
O también habría que pensar en lo poco que el
hombre no tiene un concepto de la historia antes, y seguramente
no lo tendrá después. Recuerdo su dicho cuando
hizo el 1-2 con Irving, comentando que Ferrari ya tenía
algo para recordar, sin saber que hubo ocasiones (vean por
ejemplo, la campaña de 1961) en que los autos italianos
hicieron el 1-2-3-4 en una carrera puntuable para el campeonato
mundial de Fórmula Uno. ‘La historia soy yo’,
podría decir el teutón parafraseando al rey
francés que hizo la declaración original hace
tres siglos, y pensar que solamente recordaremos sus 85 triunfos,
67 PPs, no sé cuantos puntos y vueltas rápidas
y demás logros que ha obtenido en su carrera.
No, está usted muy errado (que no herrado pues no es
buey, solamente malintencionado), mi buen ‘Schumi’;
también recordaremos todos esos incidentes indignos
de campeón, de grande como Jim Clark, o Juan Manuel
Fangio, o aún algunos que no llegaron a coronarse,
pero son grandes, estilo Stirling Moss.
El problema que encuentro en todo el comportamiento del alemán
es que en cuanto no piensa, cuando solamente actúa,
y reacciona, es un gran piloto, pero no un gran ser humano
y hace trampa o intenta hacerla. Probablemente carezca de
la malicia necesaria para ser realmente malo, dijera Jorge
Negrete (ese era rocanrol, antes del rocanrol así que
no hay fijón): “No es malo… sino maleta”.
Y lo lamentable es que cuando uno se pone a compararlo con
los grandes, primero, no le ha ganado a ninguno que realmente
sea bueno, y luego, ha hecho muchas cochinadas indignas de
colocarlo al lado de otros con récords menos apantallantes,
pero vidas más completas. Lamentable, porque pensé
que ya iba camino a asegurarse un sitio entre los legendarios,
pero su instinto vuelve a echarlo a perder y en su mundo no
se da cuenta de lo que pasa, sólo cabe él.
© CEJV/SHRAC 2006
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