Regreso
de Monterrey, a donde fui a ver la carrera de Champ Car el
pasado fin de semana, y me divertí más en un
concierto de rock con la T44 Blues Band que en la propia carrera,
lo cual no suele ser frecuente en este rockero automotor que
ama todas las carreras por aburridas que sean, pero ya estamos
llegando a un límite.
Tengo al impresión que si no anuncian la fusión
con la Indy Racing League pronto, la Champ car está
cercana a caer en la obsolescencia, la irrelevancia y demás
entes malignos para desaparecer del mapa automotor, de la
mano de la IRL por supuesto, así éstos tengan
la Indy 500 y Tony George crea que eso lo inmuniza con el
hastío del gran público.
Hay varios problemas, siendo el principal que tienen pocos
carros, 17 en Champ y 20 en IRL; con nula actividad en la
pista, casi no hay rebases por posición en la carrera.
Yo conté dos, en Monterrey, el resto fueron en los
fosos, y eso la verdad es muy poco. Claro que si hay pocos
pilotos y no todos tienen un buen nivel, o un buen auto, la
competencia se vuelve una fila india, no hay forma de que
el auto supere lo que marcó en los entrenamientos y
pueda subir como se acostumbra en otras series.
Otro gran problema es que los autos son más viejos
que una ópera rock y ya no aguantan el trato duro de
las batallas, por la fatiga de materiales, por lo que hay
que dosificarlos si quieren que aguanten la temporada. Y ustedes
dirán que siempre se pueden comprar más, pero
no es el caso, este Lola es muy viejo, hasta parece que el
promotor fuera Michel Jourdain, y de los 60 chasises que se
hicieron en los cinco años que lleva de vida, solamente
quedan un tercio o menos en existencia –lo cual nos
dice que si hubiera una gran accidente de primera vuelta como
el de Australia 2002, se podrían quedar sin autos para
acabar la temporada. Claro que ya viene el nuevo Panoz del
2007 y esperamos que los Lolas B/00/02 aguanten el rigor del
año final.
Luego tenemos la desigualdad en los pilotos. Yo soy ferviente
creyente en el bourdaisismo (a eso viene la cita musical),
pues me parece que es un gran piloto, pero no tiene ante quien
demostrarlo. Paul Tracy tiene sus momentos, pero ya va de
salida; Mario no ha terminado de cuajar; Wilson y AJ son decentes
pero no del nivel del bicampeón galo; Junqueira siempre
ha sido ‘ya merito’ y a Cristiano Da Matta, quien
es el gran piloto perdido en la serie, lo tienen en un auto
que da pena aunque sirvan buena carnes asadas y parrilladas
por parte de su patrocinador. Y de los gringos que deberían
llenar huecos de los estrellas de antaño, pues seguimos
esperando. De nuevo, si son fanáticos de Danica, pues
tomen una silla, no se vayan a cansar.
Bourdais me comentaba que el problema fue que con la salida
de los equipos grandes como Penske, Rahal, Andretti-Green
y Fernández a la IRL, los tipos de F1 se fijan menos
que nunca en la Champ Car y eso lo ha devaluado como campeón,
pese a que es un volate que debería estar en F1, pertenece
por derecho. Sí ustedes creen que Webber o algunos
de los toros rojos (en inglés o en italiano, da igual)
es mejor que Sebastien, podemos hacer la prueba, siempre y
cuando tengan unos 100,000 dólares que les sobren,
yo la verdad ando corto en ese departamento.
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Otro
problemilla que tienen es la estrechez de visión de
sus calendarios: llenos de ovalitos chafas (la IRL) y de circuitos
callejeros ídem (la Champ), sin que estén contempladas
las grandes pistas como Laguna Seca, Road Atlanta, Watkins
Glen, y siempre andan en el filo del abismo Mid Ohio, Elkhart
Lake y México. No hay que inventar el hilo negro, basta
mirar hacia atrás a las temporadas como 1998 cuando
había dos tipos de óvalos, más circuitos
permanentes y callejeros, para entender que se necesita para
retornar a la grandeza.
En la economía hay un teorema que dice que el dinero
malo siempre sustituirá al bueno, igual que en el mercado
un producto de clase inferior será requerido cuando
el mejor falte. Pues aquí pasó lo mismo con
los aficionados gringos, que de ser de monoplazas desertaron
a NASCAR, que les ofrece un espectáculo aburridón
(mi humilde opinión), pero constante y con figuras
reconocibles. No los cambios constante de pilotos y calendario
de Champ Car (por diseño) o de la IRL (por lesiones
tras chocar en los óvalos) y la falta de estrellas
con nombres gringos para que los aficionados se puedan identificar
con sus Bobbys o Tommys o Rickys o Johnnys. El aficionado
necesita certidumbre y espectáculo, y ninguno de los
dos está presente en Champ Car o, en menor grado, en
la IRL.
Y el problema esencial es que se trata de un juego de egos,
y los de Forsythe y Kalkhoven son tan grandes como el de Tony
George de la IRL. Pero tenemos que la cuenta regresiva ya
está en conteo y si no se unen pronto, pues no va a
quedar nada que unir, excepto memorias de los tiempos de grandeza.
En la carrera en Monterrey, y antes en Houston y Long Beach,
la gente votó con sus pies, no asistiendo a las gradas
porque no hay espectáculo, no hay nombres, no hay pasión.
Y aunque Kalkhoven se enoje, quiero que me diga si le gustó
la carrera, sin mentir. A mí tampoco, y al de junto
tampoco y a todos los que se salieron cuando vieron que Mario
no iba a ganar, tampoco. Y creo que es la última vez
que pagamos por una carrera, pues hubo menos de 80,000 asistentes
a una pista en la que había casi 300,000 en sus primeros
años, o sea, la cuarta parte; pero el espectáculo
también es como la cuarta parte del que solía
haber. Todo tiene ciclos, pero cuando entras en el de la obsolescencia,
entonces ya es muy difícil salir, Ojalá no lleguen
los monoplazas de series gringas a ese punto sin retorno.
© CEJV/SHRAC 2006
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